Un dossier preparado por el Ministerio Público Federal y la Policía de Sao Paulo, Brasil, revela que la facción criminosa Primer Comando de la Capital (PCC) se expandió a 28 países, y en Paraguay está el mayor grupo fuera del territorio brasileño. Ya están presentes en todas las naciones de América, menos en Canadá. Y ahora comenzaron a conquistar Europa. El tráfico de drogas y armas, además del lavado de dinero, son las principales actividades del grupo criminal que es comandado desde las cárceles paulistas.
La facción criminal Primer Comando de la Capital (PCC) se ha establecido en al menos 28 países y se ha infiltrado en cárceles del extranjero para reclutar nuevos miembros y ampliar su negocio de tráfico de drogas y armas, así como de blanqueo de dinero.
La información figura en un informe cartográfico del Ministerio Público Federal de São Paulo obtenido en exclusiva por Globo News y G1. El informe ha sido presentado a embajadas y consulados fuera del país para la cooperación internacional en la lucha contra los crímenes transnacionales en al menos cuatro continentes.
Además de la expansión en diferentes territorios, lo que ha llamado la atención de las autoridades e investigadores brasileños y extranjeros es el hecho de que los miembros del PCC han buscado otros países no sólo para viajes temporales, sino también como residencia permanente y para infiltrarse en las cárceles, una especie de «marca registrada» de la facción criminal de São Paulo.
La mayoría de los miembros del PCC en el exterior sigue concentrada en América Latina y del Sur. Los países con mayor número de miembros de la facción son Paraguay, primero, Venezuela, Bolivia y Uruguay, y se consideran territorios importantes para la expansión del tráfico de drogas y armas, ya que comparten una extensa frontera con Brasil y son también productores del principal producto de exportación a Europa: la cocaína.
La presencia a largo plazo del PCC en los países vecinos está cartografiada y confirmada desde hace tiempo. La infiltración en las prisiones paraguayas, por ejemplo, ya ha provocado violentas luchas de poder en las cárceles. En 2019, una rebelión liderada por miembros de la facción de San Pablo dejó diez reclusos muertos y otros 12 heridos en la penitenciaría de San Pedro.
La investigadora Camila Nunes llama la atención sobre el movimiento que se inició en los países limítrofes con Brasil. «En Paraguay, esta violencia dentro de las cárceles es una realidad que antes no existía. «[…] Es notable por el efecto potencial que esto puede tener [la presencia del PCC en las cárceles], porque es precisamente dentro de las cárceles donde el PCC encuentra el ambiente más adecuado para expandirse, fortalecerse y establecerse.»
En 1993, cuando se fundó en la Casa de Custodia de Taubaté, en el interior de São Paulo, el grupo contaba con menos de 10 miembros, en una unión para intentar escapar de la persecución de otros reclusos y evitar los abusos dentro de las prisiones tras la masacre de Carandiru en 1992. Desde entonces, el PCC se ha convertido en una de las mayores facciones de Brasil, con varias ramificaciones internacionales.
Después de casi tres décadas, el grupo criminal cuenta con casi 40.000 miembros y gana alrededor de 1.000 millones de reales al año (US$ 200 millones), según el Ministerio Público de São Paulo, principalmente con el tráfico internacional de drogas, y está presente en prisiones de 24 estados brasileños, con la excepción de Río de Janeiro y Río Grande do Sul, según un informe de la Secretaría Nacional de Políticas Penales (Senappen).
«Lo hicieron en Paraguay y acabaron asfixiando a las facciones locales. Luego salen libres o dejan libres a sus compinches y bautizan a los nacionales de ese país. Esto pasó en Paraguay, está pasando hoy en Argentina, Chile y seguramente va a pasar en Europa, especialmente en Portugal, donde ya hay miembros del PCC en la cárcel y también hay portugueses bautizados», explica el fiscal Lincoln Gakiya, quien es especialista en el tema y es el fiscal del proceso a los líderes de este grupo criminal.